viernes, 30 de marzo de 2012

¿A la rubia o la morena?

La otra noche me di un paseo nocturno por la ciudad en la que habito. Al final se nos hizo un poco tarde y, ya de vuelta a casa, decidimos comer algo en un bar que aún permanecía abierto. Al llegar preguntamos:

- "¿Ponéis algo de comer a estas horas?"

- "Sí, creo que todavía tenemos algo. Déjame que mire...", contestó el camarero mientras se dirigía a la pequeña cocina que había en una esquinita de la barra. Al instante volvió: - "Mira, te puedo poner un montadito de carne mechá o un montadito de queso."

- "Pues entonces ponme un montadito de carne mechá con queso", contesté sin vacilar. A mi amigo le pareció buena idea y se pidió otro igual.

Al poco rato nos trajo los montaditos. Estaban muy ricos. El queso estaba fundido sobre la carne mechá y el pan estaba crujiente. Entonces se acercó el camarero hacia nosotros. Le gustó la idea del montadito de carne mechá y queso y él también se hizo uno.

- "¡Joder qué bueno está esto!", nos dijo, - "¡Nunca se me había ocurrido mezclarlo!"
Entonces me acordé de una vez que me encontraba en un bar en el que nos pedimos unas bebidas espirituosas. El camarero, muy amable, tras prepararlo con mucho esmero, nos ofreció algo para acompañar la bebida.

- "¿Quieren unos frutos secos o unas gominolas?"

- "Queremos frutos secos y gominolas, muchas gracias."

Fue perfecto.

Hace algunos años tuve la oportunidad de jugar a una aventura conversacional muy divertida. En un pasaje te encontrabas con dos extranjeras facilonas, y la pregunta para avanzar era "¿A qué extranjera te follarías, a la rubia o a la morena?" Obviamente, la respuesta para continuar era: "A las dos".
Creo que es una filosofía de vida maravillosa. Y hasta ahora, con cada camarero que he probado, no sólo es que haya funcionado, sino que además se lo han tomado con muy buen humor. ¡Suerte si lo intentáis!